El encuentro
Era de noche, y
como siempre paseaba por el parque buscando encontrarme con mi protegido,
llevaba una semana intentando encontrarle y sin resultados, si seguía así perdería
la primera luna y sin ningún avance en mi encargo.
Después de hablar
con Nathael fui inmediatamente llevada al mundo de los humanos con una nueva
identidad, para poderme hacer pasar por una de ellos. Nathael me dijo que todas
las noches el paseaba por este parque, que debía encontrarle en el menor tiempo
posible, y cuando le pregunte como era y como se llamaba me dijo que lo averiguaría
en su momento, que cuando lo tuviera cerca de mi notaria que era él, por lo que
me encontraba muy perdida.
Mi impaciencia
empezaba a dar signos en mi temperamento, esa misma mañana había hecho estallar
todos los cristales del edificio donde vivía,
No podía fallar
en esto o si no estaría asignada al más bajo trabajo entre los ángeles, el
papeleo de oficina.
Ya cansada de
esperar algo en mi pecho me freno, estaba sintiéndole, el por fin estaba allí,
pero algo malo estaba ocurriendo.
Me deje guiar por mi corazón hasta que en medio de una arboleda
apartada del parque le vi.
Estaba tumbado en
el suelo parecía dormido, había serenidad en su cara, su pelo negro le cubría
la frente, sus labios demasiado carnosos para ser reales estaba entreabiertos,
tenía una mandíbula cuadrada, esculpida por ángeles, una barba de dos días
cubría su hermoso rostro.
Parecía que todo
estaba bien pero mi instinto decía lo contrario, me acerque a él, y toque su
hombro para despertarlo pero no se movía, busque sus signos vitales y eran muy
débiles, se estaba muriendo y no lo podía permitir.
Toque su corazón
con mis manos, mire alrededor vigilando que nadie nos estuvieran viendo, al ver
todo desierto cerré los ojos y me concentre, me concentre en el poder de los
ángeles una gran bola de fuego que habitaba el centro de nuestro pecho, cerca
del corazón, la visualice poco a poco en mi mente, y con mis sentidos extraje
un poco de poder de mi centro de poder, obligándolo a llegar a las palmas de
mis manos para concentrarlo en el alma de mi encargo, una ligera luz ilumino
por segundo su cuerpo hasta que sentí que su respiración iba más fuerte al
igual que sus latidos.
El problema que
al recibir mi poder no despertaría hasta dentro de unas horas, me lo tendría
que llevar conmigo a mi apartamento, no lo podía dejar ahí tirado, no podía perderle ahora que lo había encontrado.
Volví a mirar a
mi alrededor para cerciorarme que estábamos solos, después me teletransporté
con él, cuando llegamos le deje tumbado en mi cama no sin antes descalzarle y
quitarle la chaqueta, debajo de ella llevaba una camiseta blanca ajustada al
cuerpo y no pude dejar de admirar el pecho musculoso que se adivinaba bajo
ella, extrañamente me sentí caliente donde nunca lo había hecho.
Pero aleje
inmediatamente esos pensamientos de mi cabeza era algo que nunca podría volver
a imaginar, porque solo me traerían problemas. Problemas muy serios.
Hasta la mañana
siguiente mi humano no se despertó, yo me había quedado dormida en un pequeño
sillón cercano a la cama, me desperté al sentir unos ojos extraños sobre mí.
- Hola por fin te despiertas – le dije
mirándole directamente a los ojos.
- ¿Quién eres? ¿Y qué hago aquí?
- Ayer te encontré en el parque te habías
desmayado, y te traje aquí hasta que te despertaras.
-¿Y en vez de llamar a una ambulancia
traes a un extraño a tu casa que ni siquiera sabes cómo reaccionara al
encontrarse en un lugar que no conoce?
Creo que no ha sido muy inteligente de tu parte.
-¿¿¿Pero cómo te atreves??? ¡¡¡Después
de haberte ayudado para que no te congelaras en medio del parque!!!¿¿¿Qué tenía
que dejarte casi moribundo allí para que te murieras??? – dije encolerizada –
Encima te crees con la capacidad de insultarme sin ni siquiera conocerme
-Tranquila “bella” 1 no quise
insultarte solo me pareció algo irracional el hacer algo así. Pero si me
hubieras dejado morir me hubiera dado igual te lo aseguro.
-Nunca debe dar igual el vivir o el
morir, la vida es un regalo muy preciado para que no nos importe.
- Es un regalo cuando uno no tiene fecha
de caducidad.
- Todos tienen fecha de caducidad, está
en nuestro destino el tiempo que debamos vivir, no por eso hay que despreciar
cada momento de ella, además se debería de apreciar mas cada instante cuando la
fecha de nuestro fin es más cercana de lo que pensábamos.
-Buena filosofía de vida “bella” pero no
todos pensamos así.
- Los que no piensan así de verdad son
muy estúpidos. Pero desgraciadamente hay muchos como tú. Y por cierto déjame de llamar “bella” n0 nos conocemos para que tengas esas
confianzas.
- Si no nos conocemos es porque todavía
no me dijiste quien eres.
- Mi nombre es Lehai.
-Lehai, nunca había oído un nombre como
ese. ¿De dónde eres?
- De muy lejos, ahora te toca a ti
decirme tu nombre.
- Ángel.
Era como
una broma del destino, o de mi supervisor, tenía que ayudar a alguien que
estaba destinado a convertirse en lo que se llamaba, en un ángel.
Cuando un
niño era honrado con ese nombre estaba destinado a ser uno de nosotros cuando
muriera pero para eso debía ser puro de
alma el día que su vida terrenal se apagara. Eran ángeles semipuros, porque no
habían nacido así, si no como mortales, a estos seres le eran encomendados un
humano, cuando ese humano moría los ángeles semipuros renacían de nuevo como
mortales, una segunda oportunidad para vivir.
- Yo creo que debería marcharme ya, estoy
abusando de tu hospitalidad – dijo Ángel interrumpiendo mis pensamientos.- si
me dejas ir un momento ir al baño me marchare en seguida.
-Si quieres puedes ducharte cuando
salgas te tendré hecho el desayuno, tienes que coger fuerzas antes de
marcharte.
- No hace falta de verdad ya desayunare
cuando llegue a mi casa.
- Insisto, quédate por lo menos hasta que
comas algo.
-Vale, gracias Lehai, solo dame un café,
con eso me basta.
- En el baño hay toallas limpias, te
traeré ropa de mi hermano que se dejo en su última visita, creo que te servirá.
-No hace falta pero gracias de nuevo.
Cuando por
fin cerró la puerta del baño hice aparecer encima de la cama unos pantalones y
una camiseta, ya que no tenía ningún hermano. Me fui a la cocina y también hice
aparecer un desayuno para dos muy americano, tostadas, zumo, huevos, bacón,
croissants, y café bien negro. Y aunque tuviera que obligarlo se comería hasta
la última miga.
Cuando salió ya estaba vestido, con el pelo húmedo era mucho más
guapo, miro la mesa de la cocina como si yo me hubiera vuelto loca.
-Creo que has exagerado un poco ¿no?
-No después de haberte encontrado como
te encontré ayer, anda come después te llevare a tu casa.
-Si mama. –su boca se arqueo en una
medio sonrisa que había alumbrado su cara, tenía que lograr que volviera a
sonreír por completo, y que la sonrisa le llegara a los ojos también. Tenía que
conseguir aquella maravilla no solo por él, si no por mí, tenía la necesidad de
verle feliz.
En el
desayuno estuvimos hablando de cosas sin importancia, antes de lograr mí
objetivo tenía que lograr que confiara en mí y eso podría ser lo más difícil.
Debía
pensar un plan, algo para meterme en su día a día, algo con lo que estuviera
prácticamente las 24 horas con él, y se me estaba ocurriendo la idea perfecta.
Le lleve
hasta su casa que por casualidad estaba a dos calles más allá de la mía.
-Mañana te llevare la ropa que me has
prestado, gracias por todo “bella”.
- Te dije que no me llamaras así.-cada
vez que me decía bella mi cuerpo era sacudido por un estremecimiento.
- Lo siento es mi sangre italiana.
- ¿Eres italiano?
- Medio italiano mi padre era de allí.
Bueno me tengo que ir a llamar a mi madre estará preocupada. Mañana te llevare
la ropa.
- Vale no te preocupes. Adiós.- Me di la
vuelta y me aleje planeando mi próxima jugada.
-“Bella”- me di la vuelta exasperada.-Gracias
de nuevo.
- De nada.- y me marche.
